Los viajes si son profundos y sentidos, nos llevan a la reflexión. La realidad se estampa en nuestros ojos, las sensaciones están a flor de piel y cualquier contraste que tengamos con lo propio nos sacude. Algo de esto debe haber sido lo que sintió y vivió Delfina, mientras estaba sentada en el aeropuerto de Dubai. Un reencuentro de amor la tuvo viajando casi un mes por varios lugares. Pero en el momento en que sacó esta foto a dos mujeres musulmanas que tuvo adelante Delfina vibró por dentro; y tantas cosas que se nos pasan por la cabeza cuando viajamos. Vemos el mundo, las diferencias, y a veces aquello que nos parece tan desconocido e inentendible nos da ganas de querer ponerse en el lugar del otro/a. En las creencias de los otros/as, sin juzgar, tomando y observando. Viajar es ver de cerca, y ponerse cerca del que está más lejos…El contraste sin reprobar.
Delfi se inspiró y escribió lo que le transmitieron esas dos mujeres frente a ella en ese instante que compartieron en un mismo lugar.
Levanto la vista y veo a dos mujeres frente a mí. Son musulmanas. Entre nosotras, en la inmensidad de este aeropuerto, por unos instantes no cruzó nadie, y pude detenerme a registrarnos.
Por un momento, los metros que nos separaban, se volvieron un océano. Me pregunté qué pensarían, cómo serían sus vidas, qué harían para divertirse y demás.
Observé su atuendo negro, repasé su cultura. Sin dudas, estábamos a mares de distancia de ambos lados de la frontera que por un rato imaginé.
Hasta que volví a mirarlas. Tenían celular. Una se pasaba la mano por la cara. Estaban calzadas. Todo como vos, como yo. Seguramente tendrían sueños, cosas que hacer mañana, algún dolor y alguien a quien amar. Como vos, como yo.
Las miraba y pensaba en los hombres. En sus hombres. Mi entendimiento pedía entrar en algún tipo de juicio de valor, o de lleno en cuestiones de género, y tuve que hacer fuerza para evitar caer en ese juego.
Preferí comprenderlas. En definitiva, creo que somos muy parecidas. Aunque ande descubierta, con mi historia a cuestas, con eso que soy y que tiene que ver con el lugar donde me tocó nacer, y crecer.
Por un lado, si me dejo fluir, al verlas recuerdo el inmenso valor de la libertad. Paradójico, ¿no?
Levanto la vista de nuevo y misteriosamente, no están.
Me pongo de pie, cruzo el puente, y me siento en sus lugares. Tal vez sea una manera de acercarme. Quizá sea una forma de abrazarlas.