«Veinte años no es nada…», y quizás tenga razón el tango, y más si hablamos de dos décadas que a un grupo de amigas de la infancia las separan de los que fueron los últimos días juntas en el colegio. Ese lugar que las unió y las vio crecer de tan chiquitas. Se conocieron en el San Tarsicio apenas con 4 ó 5 años, y después de egresar en 1997, cada una eligió su camino. Alguna se decidió por el arte, otra por la economía, alguna siguió su carrera por las ventas, el marketing o la comunicación; cada una forjó lo suyo; pero en lo que si han coincidido es en el esfuerzo de conservar su amistad hasta el día de hoy, aunque sus vidas sean distintas, y los horarios de cada una se crucen…Sabemos que la magia de una amistad de años no la remueve ninguna diferencia. Es oro puro y ellas conscientes de esta riqueza que comparten y han sabido resguardar, eligieron festejar. Pensaron en regalarse un tiempo juntas nuevamente: un viaje solas (sin maridos, ni hijos, ni persona ajena a ese núcleo que las alió 20 años atrás) Se fueron, entonces las 7, ( Magdalena Traynor, Lucia Soaje Pinto, Josefina Sain, Maria Marta Otaduy, Paula Ramos Mejia, Luisa Freixas, y Sofia Vilaro) Una escapada de féminas, que Bolso de Mano celebra, por Ubatuba en el litoral paulista de Brasil. Un destino cálido, alegre y bello como el amor que estas chicas se tienen.
La actriz y teatrista del grupo, Sofí Vilaro escribió sobre el viaje que tan felices las hizo: (aquí su relato y recomendaciones sobre este lugar)
20 años de egresadas..!! Suena bien.. o suena mal.. Depende como te tomes la vida!! Nosotras, lejos de deprimirnos y decir, «que grandes estamos», escuchamos que una dijo: ¡¡¿ Y si nos vamos de viaje?!! y todas al unísono contestamos, sii!! Así empezó nuestra aventura, en una de las reuniones que solemos tener casi semanalmente. Barajamos opciones y todas enfocaban a lugares de playas y climas calientes. Terminamos decidiendo ir a Brasil. Destino: San Pablo, Ubatuba, sus selvas y paraísos.
Decidimos alquilar un auto grande donde entráramos todas así no nos perdíamos ni un chiste, ni un comentario, nada. Queríamos formar parte de todo, todas, cada minuto. Y así fue. Alquilamos una lindísima casa en la mitad de la selva, la bellísima “Fazenda Ressaca”, con comodísimos cuartos, una pileta increíble y los mejores «café da manhã» que pueda haber; con quesos, dulces y frutas tropicales.
Aprendimos ahí que el “mamón” (la papaya), es más rica si se le agrega jugo o cascara de lima rayada arriba, y al mango también. Buen dato para seguir usándolo en Buenos Aires. Nos dividimos los cuartos como si nada, sin problema, eran todos divinos; y ahí me di cuenta que no íbamos a discutir por nada, que todas estábamos en plan de descanso y celebración. Al principio, a las que son madres, que son la mayoría, les costó despegarse de sus hogares, porque justo nos tocó en el inicio de las clases, pero rápidamente se dieron cuenta que los maridos se estaban haciendo cargo, y muy bien, del inicio de las clases.
Nos desconectamos y disfrutamos cada segundo. Recorrimos casi todas las playas de Ubatuba, una diferente cada día: Itamambuca, Prumirim, Playa de Cedro, Playa Felix, Playa de Almada, Playa Fazenda, Vermelha, etc… y en cada una dejamos nuestro toque de diversión. En los chiringos de las playas pedíamos «lula doree» «mandioca frita» «camarones…» «peixe frito» y «cerveja bem geada»; y nos relajábamos a más no poder.
Hay varias anécdotas pero trataré de contar dos al menos.
Uno de los días, llegando a Playa Almada, vimos que era una playa con el mar calmo y lleno de gente, kayaks, stand up, sombrillas, chiringos y barquitos pesqueros; encantador para estar con niños y ver el atardecer con tu marido, pero nosotras buscábamos estar más solas en la playa y además, a todas, por suerte coincidimos, nos encantan las olas grandes. Una de nosotras tenía un dato de una playa alejada pero no sabíamos si íbamos a llegar con las indicaciones que teníamos. El dato era que camináramos por la playa hacia la izquierda, que nos cruzaríamos con un “cartel negro», que ahí dobláramos a la izquierda de nuevo, nos metiéramos en la selva y caminemos unos minutos por una “trilhas” (senderos de trecking que se forman adentro de la selva). De esa manera íbamos a llegar a la playa brava. Llegamos al cartel negro y encontramos el sendero. Estaba transitada y bien marcada, nos cruzamos con una o dos personas que iban o venían. Así que emprendimos la caminata y pasamos raíces de árboles, escalones de tierra naturales, pozos, rocas, etc. Seguimos, algo agitadas, yo particularmente superando a cada instante mi miedo a las serpientes que por suerte no se nos cruzaron nunca (solo habían unos “hermosos” carteles con dibujos de todo tipo de serpiente, los colores, con rayas y puntos, advirtiendo que si existían) pero hasta hice chistes al respecto y todo. Caminando hacia esa playa por el medio de la selva, saltando ramas, empezamos a escuchar el ruido de las olas, eso significaba que ya estábamos cerca, caminamos hasta la que iba primera se para y todas sin entender, levantamos la mirada y entendimos; por un segundo frenamos y las siete nos quedamos perplejas viendo el turquesa de un mar con unas olas increíbles.
[pullquote]Caminamos un poco en bajada, por el morro y llegamos a una de las mejores playas que vi en mi vida «la playa brava de Almada». No la olvidaremos, enorme, vacía, de arena blanca y olas tremendas.[/pullquote]
Igual que las playas del Caribe o de Asia. «Nada que envidiarle a Asia» repetíamos. Ese día leímos, la pintora pintó, la que hace yoga hizo yoga y nos metimos mucho al mar.
[pullquote]Se nos ocurrió inventarnos un ritual. Que para nosotras significaba nuestra unión, toda esa fuerza unida para cargar nuestro espíritu y además para divertirnos un rato. Desde ese día lo hicimos a diario cada vez que entrabamos al mar. [/pullquote]
Fue lindo, un momento único y nuestro. Consistía en tomarnos las manos las 7, de espalda y flotar con las piernas adelante, como una flor, todas unidas de la mano. Nadie filmó, ni fotografió, porque todas fuimos parte de eso y quedará en nuestro recuerdo, para el mar, para el cielo, para el aire y nuestros corazones.
Tocaron días fabulosos con sol radiante. Aunque también una noche con un viento descomunal y una tormenta, que dejo palmeras en perpendicular al piso para volver a estar paradas. Bailaban frenéticamente junto al resto de la exuberante vegetación. De todas maneras, ese fue un espectáculo de una noche interesante de presenciar.
Compramos vestidos coloridos en una casa de ropa del centro, y cada una se llevó uno y algunas más. A diario, llegábamos a la casa después de unos días eternos de playa, automáticamente prendíamos el parlante y seguíamos bailando, pintando, leyendo, escribiendo, metiéndonos en la pileta, etc. Comimos las mejores «moquecas de peixe» de nuestra vida.
Al quinto día, llevábamos conviviendo bastante, salimos a la playa y era nublado. No nos importaba porque el clima tropical nos permitía resguardarnos hasta que volviera el sol, bajo las sombrillas naturales que ofrecen los árboles del lugar. Cada una pidió su comida, su bebida y comenzó una de las mejores charlas que hemos tenido desde que nos conocemos. Tan profunda como nuestra amistad.
[pullquote]Algunas hicimos catarsis y contamos circunstancias de nuestras vidas, todas escuchamos y nos dimos consejos. Hubo carcajadas, llantos, cantos y bailes en la playa. No no lo olvidaremos más, porque sellamos nuestra amistad, esa que tenemos desde chicas. [/pullquote]
Fueron días de disfrute y placer pero también de profundidad. Agradezco a la vida, haberme cruzado con ellas. Lo importante que es eso, no tiene nombre, o mejor dicho si, se llama AMISTAD. Agradezco haberlas conocido, amigas, y que sean parte de mi vida. La vida sería otra sin ustedes. Hoy si tuviera que dar un consejo a alguien más chico, sería: Siempre, todo, lo bueno, y lo malo, es mejor con amigos. Estos 7 días quedarán grabados en el corazón, como las tardes que compartimos en el colegio, con uniforme, corriendo por el patio, pero esta vez, con el valor agregado de haberlo mantenido por tanto tiempo y por tener la capacidad de disfrute intacto.
Por 20 años más, muchos viajes más, muchos rituales más y muchas charlas más. Salud amigas!! Sofi